Ministerio de Ciencia e Innovación

“El pronóstico de cualquier enfermedad empeora muchísimo si el paciente, además, sufre depresión”

viernes, 28 de octubre de 2016

La depresión es una enfermedad cerebral grave que en España afecta a unos 6 millones de personas (un 8,9 % de los hombres y un 16,5 % de las mujeres). Al contario de otras enfermedades, su incidencia está aumentando en las últimas décadas. De hecho, según la Organización Mundial de la Salud, la Depresión Mayor será la segunda causa de discapacidad en el año 2020. Se trata de un problema sanitario de gran envergadura, con un importante coste económico, social y también personal, ya que, por ejemplo, la sintomatología depresiva está presente en el 70% de los suicidios consumados. Investigar sobre la depresión es, por tanto, una prioridad. Este es el objetivo del Programa de Investigación en Depresión del CIBERSAM, que coordina Víctor Pérez Sola.

-Al contrario de lo que sucede con otras enfermedades la incidencia de la depresión ha aumentado en los últimos años, ¿a qué se debe?

-Es la pregunta del millón. No tenemos muy claro a qué se debe. Es verdad que las depresiones se diagnostican antes y se tratan mejor. Pero el mejor diagnóstico no explica este incremento. El aumento se ve cuando se hacen estudios epidemiológicos. Cuando se evalúan las tasas de depresión en la población general, generación tras generación están aumentando. Lógicamente esto no responde a que se diagnostica más y mejor, sino que probablemente depende de que hay algún factor, y básicamente en el caso de la depresión los factores son la situación social y la vulnerabilidad de la población, que está cambiando.

Hay autores que dicen que nuestra población, generación tras generación, es más vulnerable a la depresión. Y esto se debe a que son generaciones que tienen unas expectativas mucho mayores de las previas; expectativas que, muchas veces, no se pueden cumplir. Creamos expectativas de ser felices y, lógicamente, felices eternamente no podemos ser, porque hay problemas en la vida que lo impiden. Estos autores sostienen que estamos generando una juventud con unas expectativas mayores, y cuando esas expectativas no pueden cumplirse, nos encontramos con un problema. La generación que va de los 23 a los 30 años probablemente será la primera en la historia que no tendrá lo que sí han tenido sus padres. Estas expectativas incumplidas pueden conducir a la depresión.

-¿Cuáles son las prioridades en el marco de este programa de investigación en Depresión del CIBERSAM?

La depresión es la segunda causa de discapacidad en el mundo, y una patología que influye de manera clave en el suicidio, que es nada menos que la segunda causa de muerte en población joven. Por tanto, el contar con un programa de investigación en este campo es esencial.

En el marco de este programa, trabajamos fundamentalmente en cuatro direcciones prioritarias. La primera, saber cuál es exactamente la magnitud del problema, porque no tenemos buenos datos epidemiológicos sobre lo que pasa en nuestro terreno, especialmente en lo relativo a edades extremas de la vida. En niños y personas mayores no contamos con buenos datos epidemiológicos. Hace unos años, se pensaba que la depresión era poco frecuente en la infancia y la adolescencia y, sin embargo, en estos momentos sabemos que es una patología tremendamente prevalente, y tenemos que hacer algo al respecto.

El segundo tema donde centramos nuestro enfoque tiene que ver con las estrategias de prevención, en población sana o población de riesgo, teniendo en cuenta que, a veces, con pequeñas intervenciones de carácter grupal o psicoterapéutico puedes prevenir que el paciente llegue a hacer un cuadro depresivo.

Otro gran campo de nuestro programa es la fisiopatología de la depresión: por qué la gente se deprime y qué pasa cuando la gente se deprime. Trabajamos aquí básicamente con estudios de neuroimagen, neuroquímica…

Por último, la otra pata del programa se centra en la búsqueda de tratamientos: tratamientos que hasta ahora no se usan, o que no se han evaluado correctamente.

-¿Cuáles han sido las principales contribuciones hechas hasta el momento en el marco de este programa de investigación?

-Se han hecho aportaciones importantes en el campo de la epidemiología, sobre las cifras reales de depresión, sobre todo en personas mayores. También en población general, con proyectos internacionales que han aportado información muy relevante sobre la prevalencia, las tasas de depresión y, sobre todo, el deterioro funcional que tienen los pacientes con depresión.

Otro tema en el que hay una actividad realmente intensa es todo lo que tiene que ver con la detección y la prevención de la conducta suicida, que es la complicación más grave asociada a la depresión.

Y después, otra línea de trabajo, que llevamos muchos de los grupos del CIBERSAM y que hemos continuado, es todo lo que tiene que ver con la fisiopatología de la depresión: cuáles son las bases, desde la genética a la neuroquímica, y cuáles son los mecanismos de acción de los fármacos o de las intervenciones terapéuticas y la evaluación de si esas intervenciones terapéuticas son eficaces o no. Esta línea es la más clínica y a la que, probablemente, en estos momentos dedicamos más tiempo en el CIBER.

-¿Cuáles son los principales factores de riesgo de la depresión?

-Por lo que sabemos en estos momentos, uno de los principales factores de riesgo está en tener unas bases genéticas que nos hagan vulnerables a la depresión. En torno al 30% de las causas de la depresión están en las bases genéticas.

Otra de las causas son los acontecimientos vitales o las experiencias traumáticas que se han podido tener en la infancia y la adolescencia. Es decir, aquellas personas que sufren abusos o malos tratos en la infancia o la adolescencia tienen unas tasas de depresión mucho más altas.

También hay factores de riesgo que tienen que ver con el género: las mujeres se deprimen el doble que los varones. No tenemos muy claro por qué pasa eso. Probablemente, en el caso de los varones, muchos de estos cuadros depresivos acaban recurriendo al alcohol y se diagnostican de alcoholismo primero, y de depresión después.

Y, por supuesto, son factores de riesgo los acontecimientos vitales estresantes, sobre todo cuando tienen connotaciones de casos en los que no hay solución posible. El enfermo intenta luchar contra estos problemas, pero realmente no acaba de salir de ellos. Además, están las connotaciones del acontecimiento vital: si además ese acontecimiento tiene unas connotaciones de humillación para la persona, con más frecuencia acaba desembocando en un cuadro depresivo.

Por último, otro factor de riesgo para la depresión es haber tenido depresiones con anterioridad. Si el riesgo de depresión en población general es de un 20%, en pacientes que han sufrido ya una depresión es del 50%, y si han tenido dos, hay un 90% de posibilidades de hacer una tercera.

-Me decía que se sabe poco sobre los genes implicados en la depresión, ¿cuál es el trabajo del CIBERSAM en este campo?

-Es una de nuestras líneas prioritarias. Contamos con un banco de material genético donado por enfermos, dentro del banco de ADN del CIBERSA, con unas 4.500 muestras. Estamos trabajando con ese material genético, en colaboración con proyectos nacionales e internacionales, para intentar buscar genes que se asocien a la vulnerabilidad de depresión, o genes que se asocien a la respuesta a determinados fármacos antidepresivos.

-¿Podemos hablar de algún avance en este sentido?

-Lo que sabemos, igual que pasa con el trastorno bipolar o la esquizofrenia, es que determinados genes son más frecuentes en la población que tiene depresión que en la población general. Pero, desde luego, aún no podemos decir que hemos encontrado ese gen o esos genes que hacen que una persona sea vulnerable a la depresión.

-¿En qué líneas trabajan en el campo de la terapéutica?

-Tenemos en el programa de Depresión del CIBERSAM tres grandes líneas de trabajo. La primera abarca todo lo que son tratamientos psicoterapéuticos, incluyendo aquí psicoterapias de tercera generación, mindfulness y otros tipos de psicoterapias. Estamos aportando información muy importante para saber cuál es su utilidad en el tratamiento de la depresión. En este caso, el CIBERSAM, además de colaborar en el desarrollo de estrategias terapéuticas, realiza esencialmente un trabajo de evaluación. Se trata de asegurarnos de que cuando se dice que una psicoterapia es eficaz para la depresión, podamos tener la seguridad de que realmente lo sea con datos contrastados.

Otras dos líneas de trabajo tienen que ver con tratamientos biológicos. En concreto, una de ellas es con antidepresivos. Aquí tenemos grupos que trabajan en investigación básica, en animales experimentales, viendo cuáles son los mecanismos de acción de los antidepresivos, o proponiendo mecanismos de acción originales, que están pendientes de validar. En estos momentos, los fármacos que están apareciendo se basan en mecanismos de acción que ya grupos de investigación del CIBER desarrollaron hace 25 años, como los fármacos activos sobre determinados receptores de la serotonina. Desde la década de los 90, varios grupos del CIBER estamos trabajando este mecanismo de acción. Han pasado 25 años, y ahora disponemos de fármacos antidepresivos con esa base.

Es decir, tenemos grupos que trabajan en investigación básica, estudiando mecanismos de acción básicos, y otros que estamos más cerca de la clínica, que lo que hacemos es probar esas propuestas que nos llegan desde los grupos que hacen investigación básica y evaluar nuevos fármacos.

Por último, otra línea de trabajo que también es importante en el marco del programa es la investigación en nuevos tratamientos físicos, como la electroconvulsoterapia, la estimulación cerebral profunda, etc.

-¿Cuáles son los retos en la terapéutica de la depresión?

-Desde mi punto de vista, apuntan esencialmente hacia la identificación de la población de riesgo y a hacer intervenciones –probablemente poco intensas pero sí eficaces– en esa población de riesgo. Es decir, hacia estrategias de prevención de la depresión. Por ejemplo: está claro que las tasas de depresión en gente joven son altas y, probablemente, si se actúa con algún tipo de estrategia preventiva sobre este grupo se les permita a estos jóvenes manejar mejor las emociones o entender los cambios emocionales que tienen durante la adolescencia. Además, hay otras poblaciones de interés, como las mujeres embarazadas, que en el posparto son población de alto riesgo. Y en estas poblaciones, con estrategias poco intensas, se puede prevenir que estas personas acaben con un cuadro de depresión.

Además de la prevención, tenemos que seguir mejorando es nuestra capacidad de detección. La mayoría de los enfermos tardan muchos meses en ir al médico desde que empiezan a sufrir la depresión hasta que se dan cuenta de que ese es un problema médico. Muchas veces, la depresión no se identifica con un problema médico, y los enfermos tienen la sensación de que están así porque quieren o porque no tienen voluntad de salir de esa situación. Por tanto, hay que hacer un trabajo muy importante para sensibilizar a la sociedad de que ese es un problema sanitario que, si se detecta a tiempo y se trata, tiene un pronóstico francamente bueno. El 80% de los pacientes mejora de forma prácticamente total con los tratamientos adecuados. Es cierto que, probablemente, no con el primer tratamiento, pero con combinación de tratamientos esto se consigue.

Por otra parte, está todo lo que tiene que ver con la detección y estrategias terapéuticas en las conductas asociadas a la depresión, esencialmente en el suicidio y en la discapacidad. Me gustaría incidir especialmente en este punto, porque un enfermo depresivo, si además tiene otra enfermedad, por ejemplo diabetes o insuficiencia cardíaca, el pronóstico de esta enfermedad empeora muchísimo. Por ejemplo, el factor más asociado a que un paciente fallezca después de un infarto es probablemente el estado de ánimo que tiene, y esto es así porque un enfermo deprimido ni hace ejercicio, ni hace tratamiento, ni hace caso a las recomendaciones del cardiólogo. Por eso es fundamental que los pacientes estén bien de ánimo. Cuando un paciente tiene unas expectativas vitales y le diagnostican una enfermedad que disminuye estas expectativas de forma importante, suelen caer en la depresión. Y esta depresión suele tener unas consecuencias terribles sobre esta enfermedad de base.

Y ya la última pata es mejorar la eficacia de los fármacos antidepresivos. La eficacia de esos fármacos está en el 60%. Además, tienen un problema muy importante: tardan semanas, cuando no meses, en conseguir la mejoría. Es muy importante saber qué enfermo va a mejorar y qué enfermo no va a mejorar en los primeros días del tratamiento y conseguir fármacos que sean más rápidos y eficaces.

-¿Es posible contar con programas efectivos de prevención de la depresión?

-Hay programas efectivos de prevención de la depresión, pero no podemos llamarles propiamente programas, porque no se aplican a la población general, sino que se aplican a población de riesgo, que es donde son realmente eficaces. El trabajo que tenemos pendiente, y que es una tarea muy importante, es sensibilizar a la población de que estamos ante personas que tienen una enfermedad, y no ante alguien que caprichosamente llora más de la cuenta o que deja de trabajar porque está triste. Esto no es así: son enfermos que dejan de trabajar porque tienen una enfermedad. La depresión es la segunda causa de baja laboral en nuestro país. La magnitud del problema es enorme, por lo que se necesita gente que siga haciendo investigación en este campo.